La Liga El Valencia también pesca en el ex fortín de Ipurua - 8 diciembre, 2020 - Josephnob El Eibar suma ya siete partidos sin ganar como local, tras un empate sin goles frente al equipo de Javi Gracia Uno de los tópicos que ha hecho mayor fortuna en el periodismo deportivo de los últimos años es el del «fortín de Ipurua». Una manera muy gráfica, de corte belicista, de hacer referencia a la solvencia que el Eibar ha demostrado en su estadio durante estos últimos años, especialmente desde que Mendilibar es su entrenador. Los entrenadores visitantes solían recurrir a aquello de que «todos los equipos sufren mucho en Ipurua» antes de desplazarse a la ciudad armera. Pero en este 2020 que ya se agota todo está abierto a la revisión, ya se sabe. Y lo que en el último lustro era un fortín, esta temporada se ha convertido en una barra libre en la que todos los equipos, poco o mucho, picotean. Sólo lleva un gol en casa el Eibar en siete partidos en su estadio y es, junto al Huesca, el único que todavía no ha ganado como local. Registro que lastra su gran rendimiento a domicilio y que este lunes permitió al Valencia sumar un punto sin hacer demasiado. Puede que a priori tampoco les sepa a demasiado tal cosecha a los de Javi Gracia, pero no hicieron méritos para más. Y, al fin y al cabo, esta es ahora su Liga, más todavía con las bajas de Gayà y Kang In. Se limitó a defenderse el Valencia y a contragolpear cuando buenamente pudiera, que fue pocas veces salvo en algún tramo muy aislado del duelo. Escaso bagaje con el que un punto ha de darse como bueno para el cuadro ché. En los primeros minutos del encuentro, el Eibar llegó a elevar su contador de posesión hasta el 70%, una absoluta barbaridad a la que el conjunto armero no está acostumbrado, pero a la que le empujaba sin complejos un Valencia todavía más contemplativo de lo que es habitual. A Soler y a Guedes sólo se les observaba en tareas defensivas y Musah ejercía casi como segundo lateral derecho, ayudando a Wass a frenar las continuas y peligrosas internadas de Bryan Gil por ese costado. El problema para los de Mendilibar era que ese abrumador dominio de la pelota no se transformaba en ocasiones claras, un mal que ya parece endémico esta temporada. En la primera mitad, de hecho, la mejor ocasión fue del Valencia y fue una que no llegó a ser tal. Un centro raso de Maxi Gómez, al que no le quedó más remedio que buscar en banda algo de vidilla, llegó al área pequeña y Vallejo se quedó a milímetros de rematarlo sin que Dmitrovic pudiera haber hecho nada. La jugada definía la actitud con la que el Valencia había viajado a suelo vasco, tratar de defenderse con orden y disciplina para buscar al contragolpe un gol que pudiera darle la victoria si todo iba bien. Gabriel y Mangala mantenían a raya a Kike y Muto y eso ya suponía dejar hecho una buena parte del trabajo de los de Gracia. La segunda mitad amaneció con un voleón tremendo de Racic que encontró la descomunal respuesta de Dmitrovic, que continúa a un nivel sobresaliente, antes de golpear al larguero y marcharse por la línea de fondo. A partir de entonces, el Eibar retomó el control pero no creó excesivo peligro hasta los últimos minutos, en los que Bryan y Enrich enviaron sendos remates a la cruceta, provocando sudores fríos a Jaume. Ahora bien, quizá la más clara del partido la tuvo Gameiro en el último suspiro, encontrando de nuevo la certera respuesta de Dmitrovic. Pudo ser para cualquiera y no fue para nadie.